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LEONARDO REICHEL
HISTORIA DE PHOENIX
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James Reavis, el hombre
que Robó Arizona
Por Leonardo Reichel
Una calurosa mañana de junio de 1883,
los residentes del centro de Arizona fueron sorprendidos por una
noticia que fue publicada por los periódicos locales:
había aparecido un hombre que se ostentaba como heredero de
más de la mitad del territorio de Arizona y parte del de Nuevo
México.
Se trataba de James Addison Reavis, quien
presentó documentos que lo acreditaban como descendiente y
heredero del Barón Don Miguel de Peralta; a quien el Rey de
España le había legado 18,750 millas cuadradas,
incluyendo los terrenos ocupados por Phoenix, Prescott, Tucson,
Safford; y las minas localizadas en el territorio.
El gobierno estadounidense estaba obligado a
respetar dichos documentos, por los acuerdos asentados en el Tratado de
Guadalupe Hidalgo; y para hacer las reclamaciones, tanto contra los
rancheros residentes, como contra las compañías mineras y
agrícolas; contrató los servicios del abogado Cyril
Barrett quien de inmediato procedió a registrar tenencias y
acuerdos,
Mayor temor de ser desalojados experimentaron los
habitantes de Arizona, cuando trascendió que James Addison
Reavis había recibido 25,000 dólares como pago de
derechos por parte de los dueños de la compañía
que explotaba una mina de plata en Rey, Arizona; dado que ésto,
demostraba que las reclamaciones iban en serio y nadie podría
eludirlas.
James Addison Reavis era un individuo muy elegante y
distinguido, al que nadie conoció antes; se había
hospedado en un Hotel del pequeño poblado que era entonces
Phoenix;y se mantenía al margen de todos. Su soledad solo
había sido interrumpida por escasas pláticas con Lord
Darrell Duppa, con quien había congeniado...
James Addison Reavis había nacido en 1843 en
Misouri, donde su padre Fenton Reavis trabajaba como jornalero.
Su madre, María Addison era nieta de una dama de origen
español, sin ninguna fortuna pero con delirios de grandeza,
quien le hablaba de su origen aristocrático y el rancio abolengo
de su estirpe; lo cual tenía más de sueños que de
realidades.
Addison Reavis creció creyendo que era noble
y se sentía obligado a recuperar las herencias, patrimonios y
reconocimientos, que su madre y su abuela aludían constantemente.
Tras el estallido de la Guerra Civil, él se
enlistó en el Ejercito Confederado, pensando que sería
una romántica aventura en la que conquistaría la gloria y
los honores rápidamente; pero no fue así. El tedio
y los arduos trabajos rutinarios solo eran aliviados, a la larga, con
las cortas licencias que recibía de sus superiores.
Sin embargo, allí mismo Addison Reavis
descubrió que tenía una habilidad: la de falsificar los
permisos y licencias, con tal fidelidad que eran aceptados sin
réplica y que le permitían frecuentes escapes de la vida
cuartelera. Pronto, licencias similares eran vendidas a sus
amigos cercanos, que las solicitaban con frecuencia.
Pronto se dio cuenta que el Ejército
Confederado no tenía futuro y tras la batalla de Vicksburg
desertó para unirse con las tropas Yanquis. Pero
más tarde los abandonó también. Se
radicó en la ciudad de San Luis, donde encontró empleo
como conductor de un tranvía, hasta juntar algún dinero y
montar una oficina de bienes raíces.
Su habilidad como falsificador le permitió
cerrar una operación que le dejó buenas ganancias; pero
que lo obligó a abandonar Misouri.
Addison Reavis vino entonces a radicar a Prescott,
Arizona, donde escuchó hablar sobre el noble español Juan
de Peralta que recorrió la región en el siglo XVII con
una encomienda del Virrey, Marques de Salvatierra; y empezó a
tejer una historia, sobre un hijo de aquel noble, llamado Miguel de
Peralta, a quien el Rey de España nombró Barón de
Arizona y premió con numerosas tierras y minerales, por
valientes episodios militares al servicio de la Corona.
Addison Reavis viajó a San Francisco, donde
asentó algunos “antiguos” documentos sobre la existencia de don
Miguel de Peralta .
En Septiembre de 1880, él viajó a la
Ciudad de México y a Guadalajara, donde estuvo consultando
archivos sobre los antiguos documentos coloniales, logrando sustraer
algunos originales que le permitieron estudiar el papel, la tinta, la
caligrafía y los sellos reales; y aprovechó su habilidad
para falsificar los documentos que lo acreditaban como heredero de don
Miguel Nemecio Silva de Peralta y de Cordoba; pariente del Rey Felipe
IV de España; a quien por cedula real le había sido
donadas el equivalente a 18,750 millas cuadradas en el Centro de Aizona
y el título nobiliario de “Barón de los Colorados”.
Con esa falsa historia tejida y documentada con
falsificaciones, James Addison Reavis llegó a Tucson el 3 de
Septiembre de 1882, haciendo sus primeras reclamaciones, pero solo
consiguió que algunos periódicos se mofaran de él.
Regresó a San Francisco, donde logró ganar
la amistad del magnate periodístico George Hearst, dueño
del influyente periodico “The Examiner of San Francisco”, quien
publicó algunos artículos dando validez a los reclamos de
Addison Reavis, e hizo propaganda en apoyo del falsificador.
En Marzo de 1883 regresó a Tucson, pero ahora
acompañado por dos personas: el abogado Cyril Barrett, a quien
se le había prohibido ejercer su profesión en California,
por excesos cometidos debido a su alcoholismo, y por un gigantón
mexicano de nombre Pedro Cuervo, quien pronto cobró fama de ser
un sádico; y quien fungia como su guardaespaldas.
Ellos se presentaron a la Oficina de la Propiedad de
Terrenos de Arizona (State Surveyor General Office) que era dirigida
por Joseph Robbins; quien examinó los documentos presentados por
Reavis, así como los recortes del “Examiner”, y dio por echo que
eran legítimos, y que estaba sobre una reclamación de
gran parte del Estado de Arizona.
Los reclamos abarcaban Phoenix, tempe, Mesa, Casa Grande,
Florence, Globe, Safford; la fabulosa mina de plata de El Rey, Arizona,
así como los grandes yacimientos de cobre de Globe, Miami,
Morenci y Clifton; hasta parte de las Montañas Mogollon en Nuevo
México.
Robbins se sintió completamente desfazado y
explicó a los demandantes que él nada podía hacer,
sino enviar un informe detallado del caso al Gobierno Federal, para que
Washington tomara la decisión final sobre el reclamo....
Su primer triunfo, en medio de un atronante
escandalo publicitario y del temor de los habitantes de Arizona; fue
cuando cuando el Coronel James Barney, presidente de la
Compañía Minera de El Rey de Plata, reconoció la
legitimidad de Reavis, y temiendo perder el fabuloso filón,
negocio el pago de 25,000 dólares por los derechos con el falso
“Barón de Peralta” en junio de 1883; aquella suma era poco para
la compañía minera, cuyos ingresos se estimaban en 6
millones de dolares por año; pero para Addison Reavis era un
gran triunfo.
El falsificador que para entonces se hacía llamar
“Barón de Peralta”, reunió un pequeño ejercito con
caza recompensas, bandidos, pistoleros y extorsionadores; para exigir a
los habitantes del predio el pago de un impuesto mensual por continuar
en sus tierras.
Los rancheros que se negaban a pagar, eran
golpeados, su ganado era hurtado, sus granjas incendiadas, e incluso
hubo algunos homicidios; pero todos esos actos vandálicos
jamás fueron conectados directamente con Addison Reavis.
Las investigaciones sobre la legalidad de los
documentos, eran engañadas por falsificaciones sembradas por
Addison Reavis en los antiguos archivos reales de México y
Guadalajara; por lo que el gobierno estaba a punto de falla a favor del
fasificador.
Fuertes críticas cmensaron a publicarse
contra el “Barón de Peralta” en las publicaciones locales
“Phoenix Herald” y “Phoenix Gazette”; pero el más fuerte
crítico contra el falsificador fue Tom Weedin, editor del
“Florence Enterprise” que se publicaba en una pequeña
población próxima a Casa Grande, quien inició una
profunda investigación para demostrar que todo era un fraude.
El caso fue llevado por Weedin ante el Procurador General
de Arizona, Clark Churchill en Febrero de 1884; Reavis trató de
sobornar al periodista, pero como este continúo con sus
denuncias, amenazó con acabar con su familia. Días
después la oficina del “Florence Enterprise” fueron destruidas e
incendiadas; pero Tom Weedin lejos de amedrantarse atacó con
más fuerza al “Barón de Peralta” y a su ejército
de aventureros.
Addison Reavis buscó alianza con Roscoe Conkling,
un poderoso senador republicano de Nueva York y con Thomas Wilson que
era candidato republicano al Congreso, por Arizona; para que
defendieran sus intereses en Washington.
Cambios electorales llevaron a la Presidencia al
democrata Grover Cleveland, quien nombró su agente en Arizona a
Marcus Smith, quien inició una nueva investigación sobre
los documentos que amparaban el reclamo de Adisson Reavis; y por
primera vez logró descubrirse la falsificación de uno de
los papeles.
“El Barón de Arizona” se traslado esa misma
noche a California, desde donde comenzó a tejer una nueva
historia, la existencia de una nieta de Don Miguel de Peralta, y
comenzó a sembrar falsificaciones.
La nueva heredera directa del “Barón de Peralta”,
doña Sofia Loreta Micaela de Maso y de Peralta; quien
supuestamente vivía con su padre, después de la muerte de
su madre; y que este, era un aristócrata disoluto que
había dilapidado la fortuna familiar.
Addison Reavis encontró en California a una joven
adolescente de nombre Carmelita, quien trabajaba como sirvienta en la
casa del agricultor John Slaughter, a quien convenció de ser la
descendiente directa del Barón de Peralta; le compró
hermosos vestidos y la mandó a estudiar a un convento para que
aprendiera modales.
En 1887 Addison Reavis se casó con ella y
cambió su nombre por el de Jaime Addison de Peralta-Reavis,
Barón de Arizona; viajó a Europa y llegó a
presentarse ante la corte real; después viajó por
Inglaterra y otros países.
En 1888 regresó a Arizona donde volvió
a presionar con sus reclamos; el Nuevo Oficial de Tierras y Propiedades
del Estado, Royal Johnson estaba realizando una meticulosa
investigación del caso, y el 12 de Octubre de 1889 envió
un informe a Washington, documentando que la herencia de Addison Reavis
era una ficción totalmente fraudulenta; y ofrecia informes
periciales de caligrafos que demostraban la falsificación.
Los Barones de Peralta demandaron entonces a los
Estados Unidos reclamando 11 millones de dólares en
daño. El juicio tuvo lugar el 3 de junio de 1895 en
Santa Fe, Nuevo México, de James Addison Reavis y Carmelita
Sofia Loreta Micaela Reavis vs. Los Estados Unidos de América;
caso civil que perdió al demostrarse su actividad fraudulenta.
Mientras que su esposa Carmelita fue dejada en libertad,
ya que ella misma había sido engañada; Reavis
quedó detenido iniciandose entonces un juicio criminal en su
contra; por el delito de fraude.
Encontrado culpable, fue condenado a siete años de
prisión, no recuperando su libertad hasa abril de 1898, en que
regresó a Phoenix, frustrado y envejecido. Durante su
estancia en prisión su esposa Carmeliat se divorcio de
él.
James Adisson Reavis rumió su pobreza en
Phoenix, hasta el año de 1914 en que falleció..
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